A Diana no le cuesta nada desenfundar su contrabajo y sumarse al conjunto marcando el ritmo con la gravedad de su contrapunto. Sus cuatro cuerdas le bastan. ¿Para que más si no son necesarias? La identificación que se da entre la instrumentista y el instrumento en su caso es perfecta porque a ambos les gusta acompañar y no ser solista. Eso en la música porque en el teatro cuando Diana Wonder se arranca se convierte en protagonista de rompe y rasga. Ahí radica el contraste de su especialísima personalidad que, desde la serenidad y la lógica de la coherencia, doblega su capacidad de protagonismo a su gusto para acompañar y hacer que el conjunto suene mejor.
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