Me entretuve en observarla. Los tallos de la enredadera avanzaban como delgadas serpientes entrelazándose y estiradas. Cada uno florecía con sus propias hojas, mientras sus cuerpos proseguían entrelazándose y separándose. Eran tres. A veces ocurría que una de ellas se separaba. Se entrelazaba con otras, enredándose en ese juego que se traían de avanzar abrazadas. Seguí observando y contemplé como mas adelante volvían a encontrarse y la que las había abandonado, al rencontrase, de nuevo se abrazaba a a las que eran suyas, sus hermanas, y nunca habían dejado de serlo. Así es nuestra vida y nuestra amistad. Como la enredadera.
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