miércoles, 28 de marzo de 2012

SOCRATES




 A Sócrates, el filósofo griego, tan feo de cuerpo como maravilloso de ideas y espíritu, al que le profeso gran admiración y todo mi reconocimiento,  se le atribuyen muchas anécdotas. Una de ellas es esta:  Jantipa, su mujer,  tenía fama de gruñona y protestona.  Las horas del día no le daban  para zaherir a su marido, que andaba por otras latitudes y no por  las de someterse a sus domésticas exigencias. En una ocasión Jantipa voceaba a Sócrates y el filósofo, una vez más,  no le hacía caso. La mujer, airada, cogió un cubo de agua y se lo echó por la cabeza. El pequeño gran hombre no se inmutó, sino que exclamó:
-  Después de los truenos siempre llega el aguacero.
Mágico remedio contra  quienes disfrutan importunándonos con monsergas. 

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