Me gusta llamarla por su apellido, Zurivost, sonoro y definitivo como ella. Aparece puntual como lucero anunciador dispuesta a participar y sonreir con buenas maneras y elegancia. No deja de sorprenderse por mis vaivenes vitales pero sabe que, como las olas, no ceso y siempre regreso. Ellas y yo, como ella, sabemos que somos caricia constante y continua del deber amoroso que nos profesamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario