A veces te faltan, como me ocurrió a mi ayer, para describir lo que has visto y vivido en una noche como la pasada del homenaje a Pink Floyd. La música te anega sumiéndote en el baile y envolviéndote y haciendo vibrar a tu cuerpo y, mientras tus oídos van a tope, tus ojos no acaban de llegar a todo lo que ven con tanto efecto visual encadenado y acumulado. A la vez las calíopes logran desaparecer y estár tan presentes corporeizando a Rogar Waters y David Gilmour y toda la banda. Por eso te faltan las palabras. Imposible describir lo que has presenciado como una parte más del espectáculo.
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