Hay dos formas de dialogar. Una, la sencilla e inmediata, cuando dices algo a alguien y ese alguien te contesta y tu le respondes a él y el te replica. Es la habitual y cotidiana. La otra es más complicada y extensa en el tiempo. Es cuando dices algo y ese alguien no te responde de inmediato sino que su respuesta te llaga en el tiempo, como la respuesta tuya a él. Por medio hay días e incluso meses. Acciones y vivencias, que de alguna forma se interponen y están presentes en las respuesta de ese diálogo en el tiempo. ¿Porqué digo esto? Porque cada vez me gusta más dialogar en el tiempo y encontrar ese sabor de verdad espontánea que hay en este diálogo menos subjetivo y más profundo.
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