Hablo y hablo de esencias como si olvidara las presencias. Esas que te gratifican cada día, que te suman un sentimiento o te añaden una palabra necesaria o amable, que te proporcionan las emociones. Hablo de esencias como si fueran coleccionables en un anaquel de pomos que las contuvieran. O licores que vendría a ser lo mimo. Aunque la realidad es tan diferente: esencias inaprensibles, que no se perciben por los sentidos sino en la mente. Tan solo he enunciado la riqueza y la variedad entre las que vivimos.
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