Al siglo XX se le atribuye la
acuñación de este nuevo concepto del amor confluente como alternativa del amor
romántico. Si aquel entendía la relación
amorosa como plena y eterna, este renuncia a estas cualidades y se fija
más en la conveniencia de las partes y
en la temporalidad, sin quitarle ninguna validez a las otras calidades
del amor. Frente a lo misterioso, mágico y etéreo de aquel amor romántico,
parece contraponer un cierto oportunismo
y eficacia en este cuando ya la misma palabra que lo califica, no muy
afortunada, contiene conveniencia e
interés. La fidelidad, entendida como sistema de protección, queda superada por
la lealtad… En fin, cosas de los tiempos y evolución de los usos sociales,
aunque sean en temas tan definitivos y esenciales como es el amor.
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