Músculos, articulaciones, vísceras... en el que se asientan los sentidos, pero sobre todo las formas, que expresan la belleza del cuerpo. Al fin encuentra el reposo enmarcado en la Naturaleza sobre una cama nenúfar dejándose arrastrar por la corriente imperceptible. El sol es el soberano. El único que impera adherido a todos los poros de la piel como los besos. Porque eso es lo que deseamos del sol, su beso. Sol y agua, el calor de fuego del primero y la frescura tibia de la segunda. Los dos elementos dominantes y entregados dejándose acompañar por el silencio todo lo más alborozado por el canto feliz de algunos pájaros orgullosos de su libertad. La canícula es eso y la forma de combatirla esta, cuando el agua, con la suavidad y determinación femeninas, se impone al sol, que sólo es fuego y su ímpetu masculino.
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